domingo, 17 de agosto de 2008

Un día ventitrés

Desperté y era veintitres,
las nubes se aglomeraron
desiertas de sueños o esperanzas
frente a un pequeño pueblo
llamado libertad.

La semana comenzó,
temblorosa y entre engaños
a caminar lentamente
por las calles del adios.

Entre el sol y una luna llena
pasearon día tras día
los espacios en blanco
de las historias no escritas.

Me dormí, una vez más,
con el agazapo de la oscuridad
entre un hola y un adios
se durmió junto a mi, para siempre, lo eterno.


Diosa Maldita.

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